Un día como hoy, hace 40 años, san Josemaría visitó el Perú. Se cumplen también 61 años de la llega del Opus Dei a nuestro país.
Por Chiara Mavila. 09 julio, 2014.Cuarenta años de la visita de san Josemaría al Perú
A lo largo de su vida, san Josemaría enseñó a amar a Dios a través del trabajo y alentó a poner en marcha iniciativas a favor de los más necesitados.
En aquella ocasión, el Gran Canciller de la Universidad de Piura transmitió un mensaje de serena exigencia y generosidad: “La vida del cristiano es esto: vestirse y volverse a vestir un traje y otro, cada vez más limpio, cada vez más bello, cada vez más lleno de virtudes que agraden al Señor, lleno de vencimientos, de pequeños sacrificios, de amor. La vida del cristiano está hecha de renuncias y de afirmaciones. La vida del cristiano es comenzar y recomenzar”.
El 12 de julio visitó el Centro Cultural Tradiciones. Fue una reunión especialmente emotiva con los sacerdotes. Al entrar en la sala y verlos, exclamó: “Yo no digo una palabra, si antes no me dan la bendición estos hijos míos. ¡Tengo hambre de vuestras bendiciones!”
Al día siguiente a las nueve y media de la mañana fue a visitar al Cardenal de Lima. Poco después se trasladó a Cañete. Al mediodía tuvo una tertulia en el Instituto Rural Valle Grande. Acudieron más de medio millar personas de Lima, Piura y Cañete; comerciantes, campesinos, empleados, profesores, camioneros. Estaban también las campesinas del Centro Cultural Condoray, labor orientada a contribuir en el desarrollo profesional y humano de los pequeños agricultores y ganaderos de la costa central del país; y los primeros profesores de la aún joven Universidad de Piura.
San Josemaría visitó Condoray y después la Academia San José, donde viven y cursan sus estudios los seminaristas de la Prelatura de Yauyos. Al finalizar la tarde regresó a Lima con un fuerte resfriado.
El 14 de julio, celebró la primera tertulia general en el jardín del C.C. Miralba. Era una mañana de domingo en la que acudieron unas mil quinientas personas. Había familias enteras, con abuelos y nietos.
El 29 de julio, en el jardín del C.C. “Larboleda”, en Chosica, se reunieron más de tres mil personas con él. Se acercaba su partida y se adivinaba que aún no había superado la enfermedad. Explicaba a todos que “el mundo sin el dolor sería una pena, sería como un cuadro sin sombras, que no es un cuadro; y que el dolor, llevado por Amor, es algo muy sabroso, estupendo: de modo que querer librarse del dolor, de la pobreza, de la miseria, es estupendo; pero eso no es liberación. Liberación es lo otro. Liberación es… ¡llevar con alegría la pobreza!, ¡llevar con alegría el dolor!, ¡llevar con alegría la enfermedad!, ¡llevar con una sonrisa el ahogo de la tos!”
El 1 de agosto, el valle le dijo adiós y con él toda la ciudad de Lima. Partió con una gripe y la promesa de que no volvería a Lima sin antes haber pasado por su tan querida Universidad de Piura.
Cuarenta años después, el ingeniero Max Maeda, recuerda una de las reflexiones de San Josemaría en aquel viaje: “hijos míos, mi venida al Perú habrá valido la pena si por lo menos uno de ustedes se ha acercado al sacramento de la Penitencia”. ¡Estoy seguro de que sí valió la pena!
El 26 de junio de 1975 falleció en Roma. Muchos no pudieron conocerlo pero todos lo van encontrando a través del espíritu que acompaña el trabajo diario de los docentes y colaboradores de la universidad; aquellos mismos hombres que alguna vez soñaron con una casa de estudios y que el sueño les quedó corto.